El proceso político de las derechas en Colombia y los imaginarios sobre las guerras internacionales 1930–1945
Este libro trata de comprender cómo construyó Colombia el discurso del odio, categoría introducida por la historia de las emociones y los sentimientos, la cual nos podría ayudar a comprender las contradicciones que se materializaron posteriormente en el periodo de La Violencia, buceando tras la sociogénesis del discurso del conflicto interpartidista durante la "República Liberal". Este libro se estructura en cinco partes. La primera comienza con algunas tesis sobre la revolución mundial de los años veinte, la cual fue ante todo una revolución de la cultura política, marcada por los movimientos sociales urbanos de masas y las revoluciones tecnológicas de las comunicaciones, especialmente por la radiodifusión y el megáfono, que fueron el marco de la aparición de la plaza pública y de los grandes caudillos, teniendo en lo social como telón de fondo la gran crisis que se desata en 1929 y que apalancó el ascenso de las derechas mundiales. Este proceso llevó al poder a algunos partidos fascistas en la Europa convulsionada de los años veinte y treinta, y explica especialmente el fenómeno Mussolini-Hitler y la irrupción de movimientos inspirados en el llamado “nacionalismo nuevo”, cuya propuesta se inspira en las “revoluciones de orden nuevo”, que son a su vez una respuesta directa al auge del socialismo, de los movimientos obreros y las huelgas, atribuido al triunfo de la revolución soviética de 1917. Para explicar la muy temprana radicalización de la confrontación verbal de las derechas, en comparación con otros países donde la llegada de los discursos fascistas fue más atemperada y tardía, en esta primera parte se propone desarrollar algunas tesis interpretativas sobre el proceso de construcción de la que hemos denominado “revolución imaginada” y su camino hacia la “revolución frustrada” (el 9 de abril y La Violencia). Se trata del proceso construido en los discursos políticos tanto liberales como conservadores. Los liberales, exaltando la “República Liberal” como una especie de panacea fundadora de la modernidad después de la “noche oscura conservadora”, e imaginando en una hipérbole conocida como “revolución en marcha”, grandes reformas, que no lo eran tanto y que se frustrarían con la caída de la República Liberal, en 1946. Los conservadores, denostando la República Liberal, señalándola como una alianza de liberales y comunistas, que llevó al patrocinio de los movimientos sindicales y a la construcción de un gran “complot” revolucionario, que, como en la metáfora española, se transformó en un “plan secreto” dirigido desde Moscú para destruir la república católica forjada desde la Constitución de 1886, con reformas anticatólicas contra el Concordato con el Vaticano, la Ley de Tierras para despojar a los legítimos dueños, los terratenientes y hacendados, y el favorecimiento de las huelgas y el desorden; de allí, que había que restaurar el antiguo orden católico frente al poder oculto de la masonería, el judaísmo internacional, el liberalismo y el comunismo, que Aliados eran los responsables de la destrucción de la patria, del derrumbe del orden terrateniente y patronalista tradicional. Habían llegado los mismos fantasmas que llevaron a Europa a la guerra mundial. En la parte segunda, y siempre como historias conectadas, observamos, rápidamente y como fundamento para comprender la contemporaneidad colombiana, la República española, con su propio drama y la fantástica emisión de señales e imágenes, al principio, alrededor de la “fiesta republicana” multicolor del derrumbamiento pacífico de la monarquía; luego, alrededor de la traumática organización del gobierno, de la reorganización de las derechas, del “Bienio negro”, de los grandes errores de la coalición republicana-socialista, de la experiencia de los Frentes Populares y de la crisis indefectible de la República, que se hundía como un barco viejo y desvencijado en medio de la tempestad del “ocaso de Occidente”, de la acción directa y de la violencia cotidiana que desataron las fuerzas desenfrenadas de la guerra, mostrando cómo España se convirtió en una metáfora colombiana donde el discurso se traslapa sin que sean claros los umbrales entre lo español y lo vernáculo: República, Frente Popular, rojos, “mata-curas”, incendiarios de iglesias y asaltantes de conventos no se diferencian. Liberales, republicanos y comunistas son lo mismo en México, Colombia o España. De esta amalgama tampoco es ajena la guerra de los cristeros mexicanos y las reformas de Lázaro Cárdenas. En las batallas retóricas, el liberalismo es tratado como un gran enemigo universal. En esta parte tercera, que hemos nombrado como “La renuncia a la democracia o el embrujo del Eje”, y es otra de las tesis, buscamos demostrar cómo a partir del desarrollo de la Guerra Civil Española y del avance de los partidos fascistas sobre varias democracias europeas, algunos sectores, predominantemente, más no exclusivamente, conservadores renunciaron a su vocación civilista y democrática. Desde finales de los años veinte, personajes de la vida política hacían referencia a Mussolini y a las derechas europeas, algunas veces identificándose con estos fenómenos en ascenso, hasta el punto de que un sector del Partido Conservador, a veces disidente, a veces oficialista, se autoproclamó y autodenominó vocero de “las derechas”, y sus juventudes lanzaron sus autónomos movimientos nacionalistas, al examinar las cosechas del discurso del “nacionalismo nuevo” y su entronización, y la derechización de los demócratas ante el ascenso vertiginoso de los fascismos, con su referente internacional en la formación del “Eje” Berlín-Roma-Tokio, al que adhirió Madrid, contra un supuesto complot comunista auspiciado por el liberalismo. El “Plan Moscú” desarrolla con minucia un episodio revelador del clima político de un supuesto complot comunista en 1937, del que se imputaba participación directa al presidente López Pumarejo, para apoderarse del gobierno, como en España, cuya “prueba reina” era un documento, auténtico o apócrifo, donde se dan instrucciones precisas para el desarrollo de dicha estrategia; entre ellas, la utilización de los gobiernos de López y Santos, la toma de los sindicatos, la financiación de tráfico de armas con moneda falsa, y estrategias de “combinación de todas las formas de lucha”, incluyendo el secuestro de dirigentes burgueses. La cuarta parte, titulada “El discurso de la guerra mundial y la construcción del basilisco”, aborda cómo Laureano Gómez construye ese gran símbolo mítico para representar a sus grandes enemigos: la masonería (a veces desaparece, por conveniencia) y el judaísmo (sobre todo después de la guerra mundial), el comunismo y el liberalismo. La quinta y última parte toma el título de la consigna que en 1934 lanzó Laureano Gómez en un artículo de prensa: “Nuestro deber es hacer prácticamente invivible el ambiente de la República”; analiza el deterioro creciente del clima político y la ascendente animosidad interpartidista que conducía al país hacia el abismo insondable de La Violencia. Tomando como punto de partida la frustración de la política de convivencia que produjo la masacre de Gachetá y las consecuencias de estos sucesos, se hace una reflexión sobre las vías por las que Colombia estaba autodestruyendo su sistema democrático,