Revista etcétera. Delfina: Robar para hacer historia
En la próxima elección a la gubernatura del Estado de México se juega demasiado. No sólo es una elección local que definirá el futuro de la propia entidad. También es por razones conocidas y novedosas una elección nacional. Conocidas, porque es el estado más poblado, indisociable de la gran metrópolis, con el padrón electoral más grande, que le permite fincar al ganador un bastión determinante para la próxima elección presidencial. Novedosas, porque en esta elección acaso el PRI se juega su existencia misma, y la alianza opositora la suya. Si el PRI pierde, la coalición de la que es parte posiblemente también se disuelva como la conocemos. En esta elección se juega la sobrevivencia de la democracia, amenazada por un régimen despótico con pulsiones autocráticas. Es por eso que dedicamos este número a la cara de ese esperpento: la maestra Delfina. No sólo es que sea corruptísima –demostradamente mucho más que la otra candidata, Alejandra del Moral, de quien no existen pruebas a la fecha–; o que como secretaria de Educación Pública haya dejado a las escuelas mexicanas en ruinas; o que muchos de sus dueños sean tiburones clientelistas del viejo PRI; o que les haya robado a sus trabajadores para remar dinero al movimiento; o que tenga un nivel de preparación ínfimo. Todo ello es público, documentado, y conocido por todos. Lo que está en juego entonces es consentirlo y darle el beneplácito como una forma patriótica de gobernar sólo porque viene disfrazada de Pueblo, como sucedió con el propio López Obrador, su modelo. En este número lo advertimos por última vez.