La Vampiresa de Dakota
Bailaron entrelazados, lejos de las mujeres sentadas en fila; de los hombres jóvenes que sacaban a una, sacaban a otra, probaban de todas, las manoseaban, las cachondeaban, y las volvían a sentar: machos codiciados y todopoderosos en un gineceo sin redención. Palmira lo miró al principio con desgano, y acabó untándose a él con ansias. Sus ojos adormecidos recuperaban la mirada color de miel. Recorrían con fruición los rizos del hombre, el rostro redondo, la nariz recta, las pestañas rizadas, la boca carnosa.