Pragmática de la desinformación
Cuando se habla de desinformación, pueden venirnos a la mente imágenes de estrategias de guerra psicológica, de personas con acceso preferencial al podio discursivo, de medios de comunicación y sus relaciones con el poder y sectores con gran capacidad económica, con inmensas posibilidades de manejar unos hilos invisibles para conducir los destinos de la sociedad a su antojo. Esta percepción, generalmente construida a través de la literatura clásica, las crónicas medievales, la historiografía y por supuesto, más modernas exposiciones en producciones audiovisuales y textos de carácter acientíficos que versan sobre teorías conspirativas, ha separado en parte a la propia comunidad académica de revisar la propia naturaleza desinformativa de nuestro ecosistema comunicativo. Es decir, aunque existen esfuerzos científicos para revisar la desinformación como un fenómeno intrínseco de todo proceso informativo, estos quedan silentes en un segundo plano por la multiplicidad de obras que hacen referencia a estas conjeturas de complot contra-societario, a veces desde un enfoque de ficciones distópicas, otras de carácter pseudo-académicas con ciertos hallazgos pero de conclusiones producto de silogismos falaces, lo que ha significado un reto inconmensurable para el desarrollo de una teoría científica de la desinformación. Aunque esta obra no opta por desmentir o enfrentarse a esas teorías conspirativas, busca analizar el fenómeno de la desinformación a través de la propia naturaleza de la comunicación humana, de sus procesos de producción informativa, de las características del ecosistema actual y los hábitos de consumo de los medios de comunicación, a la luz de comprender a la desinformación como un elemento natural preexistente de toda interacción, sin perder de vista aquellas estrategias pragmáticas que pueden incidir en términos de creación social de realidades discursivas. De esta manera se pretende estudiar la desinformación tanto como elemento fenomenológico de causa como de consecuencia, más aun en un escenario globalizado en el cual se hace imposible estar en conocimiento de todos los acontecimientos que tienen relevancia en nuestra existencia, por lo que el principio antrópico de la información –como disciplina de la física cuántica–, que cita que el mundo es necesariamente como es porque hay seres que se preguntan por qué es así, pudiere estar encontrándose con una limitante en términos de que realmente no sabemos cómo es el mundo, sino solamente hemos encontrado un discurso que nos parece convincente para ir construyendo una historia llamada realidad. Por esa razón de ser la realidad un constructo socio-discursivo, semiótico y simbólico-cognitivo, hay que partir entendiendo que la percepción de todo lo que nos rodea es producto de un proceso informativo que no es infalible, porque es fruto de un proceso de explicación humana, y que como toda interacción, puede tender a la equivocación –de naturaleza culposa– o a una falacia construida –de naturaleza dolosa–. Dicha percepción de la realidad se va construyendo no solo a través de nuestros sentidos como inputs de datos objetivos, sino que van acompañadas desde temprana edad de explicaciones que otro individuo le encontró a la propia naturaleza de las cosas, sean nuestros padres, maestros, amigos o medios de comunicación, y que estos a su vez lograron obtener dicha información de la misma manera, como una herencia llamada conocimiento que pasa a veces inerte de generación en generación desde el propio nacimiento de la hermenéutica. Nuestra naturaleza escotomizada, dependiente de procesos inconscientes y de memorias inestables, no es infalible sino todo lo contrario. Hace que un proceso tan común pero tan complejo como la reinterpretación y difusión de los mensajes adquiridos por la construcción de nuestro conocimiento pueda venir en conjunto con una carga de desinformación por acción u omisión, por lo que se entiende en este estudio que el prefijo des- no supone negación, carencia o inversión del vocablo simple en la palabra «información», ya que no puede existir un proceso traslativo de mensajes, es decir «informar», sin a la vez resultar desinformados. Tampoco el autor niega en este libro que existan estratagemas de desinformación. Al contrario, ha intentado compilar las principales estrategias y tácticas desinformativas, ofreciéndole al lector la posibilidad de encontrar una especie de catálogo o manual, manteniendo la misma óptica del análisis de la desinformación a la luz de nuestra propia naturaleza humana y del ecosistema comunicativo actual. Este análisis y codificación de estrategias y tácticas de desinformación provienen de su investigación doctoral. Esta compilación proviene en su mayoría de estudios científicos desde campos de estudios tan distintos –pero tan comunes a su vez– como la física, la filología, la literatura, la filosofía, las artes plásticas, la semiología, la sociología, la psicología, el periodismo, la historia, la informática, la lógica e incluso la bibliotecología y las ciencias documentales; intentando no solo tener una posición epistemológica y ontológica centrada en las ciencias de la información y la comunicación, sino abstrayendo el esfuerzo investigador a involucrar los aportes que desde distintas ramas del conocimiento se han propuesto.