Esta obra contiene una revisión sobre los principales
elementos del currículo, punto de partida necesario para
aprender a programar. Se suele decir que en la profesión
docente, como en todas las demás, el verdadero aprendizaje
está en el aula, en la práctica real. Siendo esta afirmación
cierta (y obvia) no es menos verdadero afirmar que todo
desempeño requiere una formación. La práctica exige un
paso previo para poder diseñar la acción educativa. Esta
irá, pues, precedida y acompañada de la reflexión a través
de la evaluación como garante de propuestas de mejora.
Se dirige este texto a todas las personas interesadas en la programación didáctica
como instrumento eficaz para la mejora de nuestras clases, bien sean docentes en
activo o estudiantes de Grado u opositores que se preparan para llegar a serlo. Se
pretende aclarar conceptos y acercar la terminología pedagógica a cualquier futuro
docente de un modo sencillo y claro. Surge de la experiencia docente de las autoras
con alumnos y alumnas de diversos niveles educativos. A la hora de elaborar programaciones,
observamos cómo se utilizan materiales prefabricados por las editoriales
sin pararse a pensar en el significado de los conceptos y la urdimbre que se teje
entre todos ellos. Pretendemos ayudar en esta tarea tan necesaria para planificar una
asignatura y guiar al alumnado y profesorado. Es necesario aprender a programar y
más aún en quienes trabajan para convertirse en verdaderos expertos del aprendizaje.
Uno de los grandes pedagogos españoles, Zabalza (2016), habla de ayudar a formar
verdaderos expertos en currículo, entendiendo a todo profesor como profesional del
currículo, en cuanto es miembro de una misión compartida en el proyecto educativo
de su centro y, por ende, de la sociedad. La calidad de nuestra educación depende
en gran medida de la calidad de las personas que están al frente del aula, por lo que
es imprescindible animar a su formación continua en un aprendizaje constante a lo
largo de la vida profesional. De hecho, la actual ley educativa (LOMLOE, 2020, art.
91. 1 a) señala que es función del profesorado «La programación y la enseñanza de las
áreas, materias, módulos o ámbitos curriculares que tengan encomendados». En esta
misma línea discurre el código deontológico de la profesión docente (2010), donde se
establecen, entre otros, los siguientes compromisos:
2. Compromisos y deberes en relación con las familias y los tutores del alumnado:
2.3. Proporcionar a las familias y los tutores la información necesaria acerca de los
proyectos educativos del centro, la programación docente y los criterios de evaluación
establecidos en el ámbito que corresponda.
5. Compromisos y deberes en relación con la profesión:
5.5. Contribuir al progreso de la profesión a través de la actualización didáctica y científica,
el perfeccionamiento profesional, la investigación y la innovación educativa.
El contenido se ha organizado precisamente tal como se haría en una programación,
desglosando cada uno de los elementos curriculares: justificación legal, contexto,
competencias, objetivos, contenidos, metodología, evaluación, elementos transversales,
recursos y atención a la diversidad. Se huye de los aspectos particulares de cada
autonomía y aun de cada saber disciplinar; esto es, se pretende facilitar una lectura
global que sea útil para todo el territorio español y para todas las materias y etapas. La
fase posterior será aplicar y organizar el currículo por etapas y tareas. De este modo es
nuestra misión aquí acompañar en la tarea de programar a quienes hacen de la escuela y la educación un saber profesional. Tratar sobre el currículo desde un punto de vista
teórico excede la intencionalidad de estas páginas, sin embargo, conviene hacer notar
que vivimos una época donde parece haberse dado un giro radical en la educación. Se
habla con cierto desprecio de las pedagogías tradicionales (las clases como impartición
de lecciones como sesiones magistrales, los exámenes basados en la memoria, etc.) a
favor de los proyectos y las metodologías centradas en las necesidades del alumnado.
Este es el ambiente educativo en el que nos movemos, pero todo él sigue partiendo de
la misma premisa: la necesidad de un currículo adaptado y flexible, para dar respuesta al
desarrollo integral de la persona misma (en todas sus dimensiones: intelectual, afectiva,
etc.) y a los cambios socioculturales en los que estamos inmersos