El hígado y la memoria

Cuando recordamos algún evento especial, en nuestra vida, gran parte de esa memoria y de esos eventos que tanto nos hacen añorar (o rehuir) el pasado representan una imagen deseada; una construcción emocional, por así decirlo, que nos regresa por un momento a la felicidad, a la tristeza, al desacuerdo, o al júbilo probado, por alguna razón, en un instante de nuestra vida, a menudo lejano, de nuestra realidad inmediata. 

Recordar se transforma así en una representación de nosotros mismos que nos permite gozar de una esperanza que, aunque sólo por poco, nos había abandonado. 

Recordar será la puerta de escape, y de entrada, de un sin número de pensamientos, enraizados uno con el otro, en el afán de reconstruir una memoria que temíamos perdida. 

Recordar es, finalmente, un modo de soñar, escribiendo y dibujando una imagen compleja, viva y vibrante en nuestra memoria y, por ello, real y concreta frente a los ojos de nuestros observadores. En pocas palabras, a través de la escritura, buscamos delinear nuestra forma ideal de leer la realidad y vivimos, por lo menos en el tiempo en el que organizamos las palabras, la experiencia que decidamos vivir. No existen límites. No existen prejuicios, ni la imposibilidad de, a través de ese extraño y único mundo, ser nosotros mismos. 

La oportunidad de vivir a través de nuestros personajes, será entonces nuestra forma de tomar conciencia de la realidad circundante, exaltando cada momento, percibiendo las imágenes cuasioníroas de un mundo imaginario, para el lector, pero concreto y vibrante para nuestros ojos. 

El objetivo de todo esto sólo es embriagar a nuestros interlocutores, convenciéndoles de la belleza escondida detrás de una ventana morisca, de una fachada gótica, de las curiosas y simpáticas10 

orejas de un perro, del firme abrazo de un amigo llegado desde lejos, en busca de fortuna. 

Este escrito que está en sus manos, es un poco de todo ello. Es la historia de una persona cualquiera. De uno de nosotros que, un día, tomado un largo respiro, dio un último, largo, vistazo al valle, frente a su estancia, y partió en busca de si mismo. 

El libro se compone de relatos, aparentemente sueltos, entrelazados entre sí por un imperceptible hilo conductor que atraviesa enteramente el corpus del texto. No existe un cuento específico, más relevante que otro, o más significativo. Sólo existe, en cada uno de ellos, un significado único que se conecta con otros cientos de detalles de este breve recuento. Cada detalle, a su vez, se conecta con un recuerdo, o una serie de recuerdos, reconstruidos a memoria (en algunos casos) y a fantasía (en algunos otros) que componen circunstancias comunes y corrientes, en la vida cotidiana de un soñador cualquiera, a lo largo de su Gran Viaje. 

¿Cuál es el objetivo de nuestra vida? ¿Cuál es el destino que nos espera, más allá de las colinas? ¿Cuál es, finalmente, nuestra aventura? A partir de estas, y muchas otras preguntas, cada uno de nosotros se prepara, a su manera, para un Gran Viaje. Este viaje nos llevará a nuevas tierras, o no, y nos guiará, a través de nuevas emociones, sueños, problemas y esperanzas. Nos hará vivir nuevos mundos, regalándonos imágenes nuevas y vívidas, frente a nuestros ojos. Viajar no será entonces un problema de conocimiento, sino de evolución del espíritu; una experiencia inolvidable que irá moldeando nuestra intimidad, hacia la creación de la forma única, especial y exclusiva de ser nosotros mismos. 

No existe un momento específico en el que un viaje comienza porque, cada día de nuestra vida es, por si solo, un viaje. Tieneun comienzo y, claramente, tiene un destino. Cada uno de nosotros 11 

busca su camino. Aún así, no siempre logramos recorrerlo hasta su final. Sin saberlo o, siquiera sin quererlo, recorremos incansablemente un camino que se dirige al infinito. En cada esquina, sin embargo, hay otras veredas que se embrican, mezclándose más y más, con “nuestro” recorrido. ¿Doblaremos a la izquierda? ¿A la derecha? 

¿O seguiremos, confiados en un destino que tenemos preparado, hasta desaparecer detrás de una última inesperada curva. 

Desconozco cuál es su viaje, y tanto menos conozco su camino. Tampoco sé adónde se dirigen, ustedes, interlocutores, amigos, caminantes de muchos caminos. No sé si al leer estas páginas reconocerán algo de si mismos. Algo que les recuerde un destino lejano. Un deseo de explorar lo inexplorado. No sé si, al leer, podrán ver, conmigo, estos recuerdos. No sé si, conmigo, compartirán mi destino. 

Con tristeza ignoro su reacción, o sus pensamientos y aún así tengo la esperanza de haber dejado, aún sólo por un momento, una ilusión. La emoción de lo indefinido y lo incierto. La esperanza de caminar hacia las colinas y una vez alcanzadas sus cumbre, voltearse atrás, observando una última, melancólica vez, la iglesia del pueblo, los campos de olivos, rigullosos y dulces, las hojas de vid, verdes y pegajosas, vislumbrar, entre las nieblas, la mirada, desde la ventana de la sala, de una madre que, en la esperanza de volverles a ver, empuja el vidrio con la punta de su nariz liberando una agridulce lágrima de libertad. 

Adentro y afuera de uno mismo, cada persona vive un viaje. 

Este es el mío. 

Tristano 

10 de abril de 2022 

Tlalpan, Ciudad de México