Cuando Napoleón se coronó emperador, Granada era una ciudad con un perfil dominado por las masas de conventos e iglesias parroquiales, y lo mejor de su solar ocupado por fundaciones religiosas y casas propiedad de éstas. Hasta el rincón más angosto estaba protegido por una cruz u hornacina, las calles eran recorridas con frecuencia por procesiones y los trajes talares se veían por doquier. Aunque esta ciudad se adentraba en una profunda crisis, las iniciativas ilustradas para transformarla había tenido un limitado alcance. Serían los franceses los que darían, el primer paso drástico en la destrucción de la ciudad sacralizada del Antiguo Régimen, al suprimir las órdenes religiosas masculinas y transformar sus conventos en edificios de uso público. Por otra parte, los propios franceses realizaron o terminaron obras de meora urbana, algo que fue posible gracias a la economía de guerra y a la férrea dirección de Horace Sebastiani, un culto e implacable general que contó con el asesoramiento de afrancesados tan ilustres como Simón de Argote o Francisco Dalmau. A los invasores se debe también el primer intento de crear un museo de pinturas en Granada. Pero las medidas de carácter modernizador estuvieron acompañadas de los horrores de la guerra, en particular del expolio de los recursos económicos y del saqueo del patrimonio artístico conventual. La Alhambra refleja muy bien las contradicciones del periodo, pues a las obras de restauración de los palacios nazarés hubo que contraponer la destrucción de muchas de sus casas y torres. Tras la retirada de los invasores hubo una efímera experiencia de municipio constitucional, durante la cual los frailes volvieron a sus edificios en medio de una agria polémica. Con la restauración de Fernando VII la ciudad conventual se alzó victoriosa, pero el tiempo demostraría que estaba herida de muerte.
Book Details
- Country: US
- Published: 2013
- Publisher: Editorial Universidad de Granada
- Language: es
- Pages: 446
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