"Los años del insomnio", nuevo poemario de Ana Ivis, es un cumplido muestrario de esa manera de poetizar sacando a flote las sombras interiores, pero como quien no quiere la cosa, a través de visiones, pensamientos, rumias o simples rememoraciones de aspecto engañosamente efímero, ya que discurren a contracorriente, quedándose al pasar, en tanto llevan el fondo en la superficie: No soy normal ni lo deseo, /excavo donde la paz no es un holograma, /con las uñas desnudo la cueva y sus heridas, /el charco refleja los secretos, /un apellido gobierna la fe, /poeta de provincia con la patria al norte de la mesa... Son filtraciones del gas de la conciencia, o del inconsciente, vertidas en poemas de llana exactitud, a veces breves y macizos como perdigones, y otras veces tiernos igual que lirios del valle, muguet cuya delicadeza no es sino escudo vegetal a prueba de remolinos y aguaceros: Como muguet a la primavera/persigo un tren en marcha/para evitar se escape lo vivido...
En "Los años del insomnio" nos cautiva la dicotomía de una voz poética que no aspira sino a presentarse amablemente ante el mundo exterior, pero acaba replegada en sí misma, con lo cual potencia sus altos decibelios. Es sobriedad expresiva que no busca electrizar a nadie con ganchos de la prosopopeya u otros rebuscamientos al uso, sino que destila desde las honduras con una cierta inocencia: No es Fiodor Dostoyevski, /es el ánima que escapa del café... Y es, en fin, poesía de inspiración clásica, aun cuando la poeta no se haya inspirado necesariamente en los clásicos para escribirla.
José Hugo Fernández.