Educación y cine son dos palabras que hacen un buen maridaje: se potencian mutuamente para dar sabor y color a la vida. Que se lo pregunten a cualquier apasionado por el cine y la educación –entendida en un sentido amplio– y tendrán enseguida una lista de películas de las que merecen la pena.
Aquí hay un buen ramillete que ilustra distintos aspectos del mundo de la educación. Como en un plano secuencia, se hace un recorrido por el contexto educativo actual en plena revolución digital. Al igual que en una película coral, se analiza la relación educativa que promueve el desarrollo de facultades y capacidades; la cámara se centra en la figura del educador, que ha de ser un referente, y después en la del educando, que es el personaje que aprende a crecer en libertad. Del mismo modo que en todo buen guion, se refleja la realidad diversa que presentan estas relaciones bidireccionales: unas son positivas y favorecen el crecimiento; otras, negativas, cuando se pervierte la experiencia educativa por la ausencia del educador, porque se convierten en tóxicas o porque son manipuladoras. Un apartado se reserva para los medios de comunicación y su papel en este terreno. El final se pone con aquellas películas que hacen pasar de las sombras a la luz, por la influencia positiva que supone una educación que ayuda a crecer en libertad, orientando, como hace todo buen educador.
La vida es la mejor escuela si se sabe aprender de la realidad. Cuando se lleva esta realidad a la pantalla, el cine ayuda a poner en perspectiva la realidad hecha ficción y así reflexionar sobre ella para volver a la realidad enriquecidos.
En las páginas de este libro seguimos aprendiendo el arte de ver películas. Con él abrimos una puerta a esta universidad de la vida que es el cine.